lunes, 22 de marzo de 2010

Baldosas otoñales.


Sintiendo como la brisa recorre su cuello, saltando las estrellas que han nacido dentro de su corazón, ella camina sobre las nubes de su sueño paciente...ese que la espera, no importando cuantas veces haya asomado el Sol.

-Tendría que estar toda la vida, ella no está preparada- señala la oruga.

Con el espesor de la tarde, y a pesar del molesto zumbido de sus miedos...ella camina.


Las hojas forman remolinos musicales tras sus pasos, encienden la vela en la imaginación de todos sus sentidos. Sus pasos acompasados han traído a todos los personajes de su vida...
Sentada en aquel parque observa a una pareja de olvidados, la chica lo besa con la misma monotonía de siempre y el joven la mira de memoria... ella no quería esa felicidad, saltó esa imagen y se recostó sobre la verde alfombra tejida por Don otoño, sintió la frescura de los débiles rayos solares y olió una fragancia distinta en cada hoja que caía. Se detuvo en una, la tomó entre sus manos y se la llevó a la nariz...Ahora estaba en una habitación rosa, con aroma a almendras confitadas de colores. saboreó sus recuerdos y de ella brotó una lagrima.

Los instrumentos comenzaron a bailar una hermosa sinfonía alrededor... y las palabras florecían silenciosamente.

"Tantos rostros, tantas historias y mi vida una sola. Quizás el absurdo de la obsesión me tenga aquí, debo reconocer que ahora es casi una entretención recordarte... Siempre hay un momento en la vida, en que hasta las obsesiones se tornan aburridas, monótonas. Y este es el momento en que lo acepto, lo asumo y lo olvido. Basta de crear castillos de aire, me aburrí de rogarle a aquella mariposa. Ahora hasta el tiempo se olvidó de lo que tenía que hacer, así que me sentaré a fumar este cigarro de miel y a cantar un par de esperanzas. No había nada planeado, y es mejor así. Tengo en mis manos todas las letras, de todas las frases, de todos los párrafos que tuve que creer...ahora los arrojo a este manantial turquesa. Y dejo que el agua ahora haga su trabajo, mi turno se acabó..."

Y al pestañear se encontró en el mismo parque recostada...pero ahora observando la Luna.
La pareja se había ido, los divisó a lo lejos caminando en silencio, tomados de la misma mano y caminando al mismo ritmo, con el mismo vacío en sus ojos y con sus sonrisas pintadas.
Ella se cubrió con hojas amarillas y rojas, se acostó de lado y le pidió a la Luna, que por favor nunca le diera una felicidad Ficticia.