Llora, llora como las hojas después del rocío.
Suave, frágil aire de sábado con gusto a domingo.
Quiere ser un compás de la trayectoria alada.
Primaveral y con sabor a jarabe de nada.
Las cuerdas de la guitarra corren tras sus dedos
y de su corazón nacen golondrinas azules
En el cielo los acordeones aplastan las nubes
Y ella sentada aquí, dormida, no en sus sueños.
Letras que se escriben solas, tinta que nace de sus ojos
Flautas elevan la más dulce sombra, de esos pasos sin huellas
que ha dejado, creyendo en ilusiones, en ideas de dos caras
Dulce frasco, lleno de palabras escritas, que aún conserva, que aún guarda.
Más de mil veces sería poco, cada gota y cada grano de arena
se han llevado una letra y aún el frasco no se vacía...
La solución será sacar letras de otro libro e ir llenándolo.
-No, no hay solución, guárdalo y compra uno nuevo, uno completamente vacío-
Un ruiseñor se asomó a la ventana, algo traía para ella.
No eran flores ni chocolates, no eran canciones ni nuevas letras.
Era un rayo, un aroma a comienzo, un paisaje nuevo.
Con un mensaje adjunto, con un sentimiento mutuo.